sábado, 21 de octubre de 2017

EUROPA GRANDE

EUROPA, LA FUERZA DE LA UNIÓN.


Es cierto amigos, incluso los que nos resistimos, acabamos por caer en la tentación de dejarnos llevar por las hordas de la carcoma ideológica.

Los que hemos luchado por tener una cultura, una familia, puede que una casita, una profesión y un trabajo, y no os digo ya algún hijo, disponemos de menos tiempo que los que nunca construyeron nada.

Se manifiestan, no trabajan, escriben tweets, no leen, no planchan ni lavan ropa (eso es evidente), no cuidan a sus mayores, no hacen declaración de la renta, no creen en nada. Su oficio es la destrucción de todo aquello por lo que lucharon nuestros abuelos y padres.

Beben, fuman, fornican por todos los esfínteres posibles, eso si. Reciben subvenciones, ayudas, usan al sistema cuando se trata de recibir; pero están siempre enfadados.

No aportan sino dolor, quitan la paz a las familias, agobian a los prudentes, su vida miserable es criticarlo todo sin construir nada.

Son el fruto de unos padres buenos que se lo dieron todo, menos el respeto por el trabajo de los demás.

Como no creen en nada, buscan causas forzadas en las que apoyar su auténtico objetivo: vengarse de aquella profesora de matemáticas, de aquel director del colegio, de ese compañero que estudiaba, de aquel cura que les dijo que no era el camino.

Resentidos sociales que no se han visto en otra, como Inmaculada Colau, que han pasado del botellón y el paro merecido, al Congreso y los palacios haciendo gala de su propia limitación neuronal.

Ayer el Teatro Campoamor de Oviedo, en los Premios Princesa de Asturias, era un alivio para el alma. Gente que peina las canas de la excelencia, profesionales, artistas, genios, deportistas, entre gaitas y tambores, sobre moqueta azul limpia. Personas que merecen estar ahí.

No hay ni hubo jamas en la historia de la Humanidad una alianza similar a la UNIÓN EUROPEA (UE, EU).

Que naciones de talla sociocultural como Francia, España, Alemania, Grecia, Italia, Portugal, Suecia, Polonia, Irlanda, Países Bajos, Hungría, Finlandia, Dinamarca, Bulgaria, Bélgica, Austria y así hasta veintiocho, se junten en la mayor alianza jamás realizada, y lo hagan sobre el DERECHO y la IGUALDAD, es tan extraordinario, que a menudo nos olvidamos.

Los europeos viajamos acomplejados, tratamos de no molestar ni ofender cuando estamos en otros continentes que no tienen la suerte de disfrutar de los derechos humanos, la seguridad personal y jurídica, la sanidad y la educación que aquí tenemos.

Queremos ser humildes, disimulamos, e incluso toleramos bromas y burlas con una sonrisa.

Pero algunos están confundiendo educación y modales con debilidad. Desde otros continentes algunas envidias se han vuelto activas, y celebran con indisimulado gozo cuando nos atacan con bombas, o cuando tenemos problemas. Confunden sus policías corruptas con las nuestras, no se dan cuenta de que aquí los jueces, las leyes y las constituciones se respetan.

Curiosamente esos mismos individuos ansían visitarnos, y mucho más obtener un pasaporte de la Unión.

Los europeos debemos unirnos más, y dejar tanta cortesía cuando los que nos envidian nos atacan, sobre todo los estadounidenses, miembros de una nación adolescente que se pavonea queriendo ser de mayor como nosotros, pero a la que el Atlántico se le hace insalvable. Los blancos protestantes estadounidenses y canadienses, se hacen racistas contra sus propios hermanos americanos porque quieren ser como los europeos sin que se les note.

La pequeña Europa en territorio, forjó cinco de los seis idiomas que dominan el mundo, la música, la gastronomía, la pintura, la escultura, la literatura, la ingeniería, la ciencia, pero, sobre todo, el derecho, la libertad, la igualdad y la concepción del mundo tal y como es.

Nos atacan dos enemigos fuertes, el islamismo expansivo, y la envidia de los dictadores de izquierdas hacia el este en Rusia, y hacia el oeste en el hijo pródigo que quiere matar a su padre, la América resentida que no acepta su propia historia.

El mundo sin Europa estaría en la Edad Media.

Los europeos debemos estar orgullosos de nuestro camino, que ha sido sangriento y doloroso, pero que nos ha hecho conocer el valor de las palabras, el honor, y las leyes sagradas.

Enseñarles a los niños ideas racistas de aldea gala, solo interesa a los que buscan notoriedad sin esfuerzo, a los jordis, las adas, y los ladrones.

¡Viva Europa!.