lunes, 21 de agosto de 2017

Con nuestros hijos no se juega

YO SI TENGO MIEDO.


Pasados algunos días del atentado terrorista islamista en la ciudad española de Barcelona, permítanme que vaya al grano y evite las obviedades con las que nos están machacando los becarios de alcachofa de todos los canales de TV (o mejor dicho becarias, porque la mayoría son chicas y son monas, pero ese es otro tema).

No puedo más. Buscando reflexiones inteligentes, análisis valientes o perspectivas narrativas originales, uno se agota de ositos de peluche y mamarrachadas sentimentales de los que gestionan el dolor ajeno con gran generosidad.

"No tengo miedo", "Hay que seguir adelante con normalidad", "ha sido durísimo, hemos sufrido mucho", declaran sin pudor ciudadanos a los que no les ha pasado absolutamente nada; gente cuyos hijos o padres no han muerto o están destrozados en los hospitales, ¡qué fácil!.

Al padre del niño australiano no le he oido decir nada de eso, ni nada de nada, ¿saben por qué?, porque los que sienten dolor de verdad no dicen esas gilipolleces en la tele antes de irse a tomar el aperitivo. Porque al que le han matado a sus hijos, padres o amigos al grito de "Alá es grande", no le sigue la vida como antes, porque él si que tiene miedo, miedo de que sus propios compatriotas queden bien en los medios con el dolor que no es suyo.

Me parece escandaloso suplantar el sufrimiento de otros. A los que la vida les ha cambiado para siempre es a los muertos y a sus familiares y amigos, y a los profesionales de seguridad y sanidad que lo han visto de cerca.

No perdones en mi nombre, ya lo haré yo cuando pueda... Les diría yo si uno de mis hijos hubiera muerto o estuviera ciego o parapléjico.

Pero afloran las miserias ideológicas sin recato. Cuando hubo casos de sacerdotes que cometieron abusos, nadie dijo que las víctimas también eran cristianas, nadie ponderó que son solo algunos, ninguno dijo que los más perjudicados son los propios cristianos. No lo hicieron, atacaron sin piedad y generalizaron.

La generalización interesada se usa o no según los casos. No se pueden acumular cien bombonas de butano en un chalet a menos que cincuenta familias compren dos cada una y callen. Hay una complicidad de silencios evidente. La simpatía de los Enestepaís con una religión que en los lugares en los que domina mata a los homosexuales, lapida a las mujeres por cualquier cosa, y corta las manos a los ladrones por ley, es perversa, siniestra.

Obvio que hay gente buena en todas partes, pero lo que no hay por igual en todas partes son cobardes, tibios, cómplices y sectarios.

Los imanes que vienen, financiados por países como Qatar, Emiratos Árabes Unidos y otros golfos del Golfo, aleccionan a los jóvenes musulmanes menos listos y los radicalizan en nuestras narices. Pero los que lo ven o lo sospechan no dicen nada, miran a otro lado. Con la mitad de rigor que algunos aplican al machismo o a la homofobia (ambas, virtudes para los islamistas), se controlarían mejor esos centros del odio. Pero es políticamente incorrecto. Pueden denostar a los españoles, a los peperos, a los católicos, a los fachas, a los toreros, a los cazadores, a los que comen carne... pero a los que ellos mismos dicen lo que son, por qué matan, en nombre de quien asesinan y lo que quieren ... a esos no. No digo que esté mal ni bien, digo que se aplique a todos los colectivos o a ninguno, pero no a veces si y a veces no.

Los que pueden acabar con esto de verdad son los musulmanes buenos, la mayoría de ellos. No mirando hacia otro lado cuando observan movimientos, reuniones, cambios de actitud en sus hijos, sobrinos, nietos, primos. Lo ven perfectamente, lo sospechan, pero no dicen nada ¿por qué?.

No es nada nuevo, a lo largo de la historia se ha visto el mismo fenómeno en muchos lugares: en USA con los disturbios raciales, en la Alemania nazi, en Irlanda del Norte, en el País Vasco español... El denominador común se llama SILENCIO CÓMPLICE. Nada de esto ocurre sin un apoyo moral y social de la comunidad que lo genera.

Vecinos musulmanes que vivís en Europa, nos están matando personas que viven entre vosotros. No basta con manifestarse casi insultando a los españoles, tenéis que actuar dentro de vuestras propias comunidades. Ayudadnos de verdad, ayudémonos todos. Si vosotros queréis, esto desparece. Es hora de que actuéis con valentía dentro de vuestras comunidades, demostradnos que es cierto lo que nos decís.

Si seguís como hasta ahora, lo que va a ocurrir será también culpa vuestra por omisión.

Yo si tengo miedo, con la vida de mis hijos no se bromea. O denunciáis a los terroristas vosotros, o sois cómplices.

¡Con nuestros hijos no se juega!