Elegir opciones de vida se me antoja bueno e interesante. Cada cual se deja influir por algo o alguien de su entorno, y toma una decisión.
Lo primero es rodearse de otras personas que compartan nuestra ilusionante novedad ,pero ahí empieza la cosa a torcerse.
En grupo, el Homo sapiens saca su peor cara. Según frecuentamos reuniones con esta gente con la que compartimos afición, va apareciendo la endogamia ideológica.
Machos y hembras alfa del grupo, los cabecillas, los que fuera de ese ambiente se sienten tributarios, pero aquí son los amos, tratan de identificar a la tropilla humana describiendo lo que más nos une siempre: un enemigo común.
Nace el "ELLOS", el "LOS OTROS", para definir un "NOSOTROS".
Sembrada la semilla de la cosificación del ajeno, el malo, el que nos ataca, brotan los capullos de nuestra futura superioridad moral.
"Son majos, lo paso bien con ellos", comenta el novicio a sus amistades de fuera del círculo. En pocos meses lo habrán abducido, el amigo bueno lo ve venir.
Cualquier colectivo me vale, pero hay algunos muy adictivos. Pueden ser cazadores, ecologistas, veganos, cinófilos (cino = perro), ciclistas de llamativa librea, buceadores underwátidos o gafapastas de todo pelaje.
Al principio, el neófito esta en observación, no vaya a ser un topo de Los Otros. Pero pasado un tiempo y aceptado en la secta, los alfa le ofrecen el paquete ideológico de la logia. La oferta incluye cómo nos gusta vestir, lo que nos mola comer, pero, sobre todo, lo que debemos pensar.
Llegado ese punto los lobos viejos ya nos hemos ido hace rato, pero hay mucho prepúber buscando cariño por las calles, y si un grupo te acepta, hay que tener muchas agallas para no dejarse seducir.
Y cuando entras, ¡áy cuando entras!, con el uniforme de la tribu, la camiseta adecuada, el corte de pelo oficial, y, sobre todo la indignación recomendada: debes odiar a... los conductores, los ricos, la carne, los cazadores, los perroflautas, los cristianos, los viejos, los pijos.... ¡Da igual!.
El odio une al grupo, el odio es el cemento que te hace sentirte aceptado por ellos... ¡Pensamiento único, confort absoluto!.
Disentir es volver a estar solo, decir lo que quieren oír significa ser felicitado por todos.
Entonces, un buen día, volvemos a quedar con los amigos de siempre, los de fuera del círculo vicioso, y los vemos como raros. Ellos ya se dieron cuenta de nuestra mutación mimético mesiánica: "¡pero si siempre le encantaron los chuletones!", "¿por qué lleva ese peinado?", "¿viene en bici, pero si su padre tiene un concesionario Mercedes?".
Hasta aquí bien, lo malo es cuando empezamos a querer convencer a los otros de que sus vidas son una mierda porque no siguen los dictados de nuestra nueva secta. Lo peor surge cuando los despreciamos e insultamos porque van en coche, comen carne, no se arrodillan en los parterres para abrazar a un caniche moníssimo u osan insinuar que la caza bien gestionada no es cosa de lucifer.
El abducido solo tiene tres opciones, a saber. Oposita a alfa de la secta y se hace profesional de ello, que es algo muy difícil, porque siempre hay alguien más fanático y acomplejado que tú. Se establece en ceporro de a pie, o abre las ventanas y se sale de la movida.
A los que eligieron la primera opción y han conseguido vivir de su aficición, ve tú ahora, cuando tienen 50 tacos, oficina de la ONG en el mejor barrio de la ciudad y una legión de voluntarios gratuitos dispuestos a matar por su semidios, que estaban equivocados.
O que el problema contra el que lucharon toda su vida esta solucionado: "gracias por sus servicios,hasta luego"... ¡Ni de coña!.
"Si el problema no existe, lo creamos nosotros", han pensado. Y este es el motivo por el cual los males de la humanidad nunca desaparecen, se hacen crónicos. Hay millones de salvadores que viven de la subvención a su superioridad moral, la mordida del poder a los que blanquean su conciencia. Con una mano contamino, y con la otra subvenciono, y todos felices.
Se emprendedor, funda una ONG. No sé, Bolígrafos Sin Fronteras. Reúnes dos mil bolis para los niños de África, y se los llevas tú, claro. Con la ayuda de tu novia y una pareja de amigos. El balance es: compra de bolígrafos 1000 euros, viaje para llevarlos a Kenya, Tanzania, Suráfrica y Seychelles: 20.000 euros. Y encima te dan las gracias al volver y te tratan como a un héroe.
Y como lo dicta la secta, en tu siguiente post insultas a la Iglesia Católica por cualquier cosa, obviando a los misioneros que viste en tus viajes y que llevan 30 años trabajando por la gente en los peores escenarios.
¡La superioridad moral es lo que tiene!
De los ciclistas hablamos otro día, porque son el culmen cum laude de este asunto y se me van a enfadar en bloque.
Sobre una bicicleta, amigos, puede usted hacer cualquier cosa, violar toda norma, ley y sentido común, drogarse, no pagar impuesto alguno por hacer deporte en vías públicas, no usar casco, ziscarse en el código de circulación y poner vidas en peligro, incluida la propia. Pero si alguien le dice algo, basta con gritarle indignado y cejijunto: ¡éh éh, cuidado, que voy en bici